30 de septiembre de 2011

Mamá.

Es pura esencia,
reflejo fiel de un ser
lleno de amor y fuerza.
Sus manos llenas de magia,
no solo saben curar,
nadie la iguala
a la hora de espaldas "picar".
Más que mi madre,
ella es mi ángel guardián.



6 de septiembre de 2011

Plenitud.

Me llevas a extremos incomprendidos
con tus manos tocando mi piel,
de pronto me encuentro en sitios
donde no hay moral ni tupé.


Es tu boca un santuario
donde echarse a rezar diez rosarios
no resulta tedioso,
sino el ritual más esplendoroso.


Nuestros cuerpos unidos en uno
hacen enloquecer al mundo,
que no encuentra la solución
a semejante desparramo de amor.

Aldana Yanel Kosciak

Avanzando.

Hace ya casi cuatro meses que mi alma te pertenece.


2 de septiembre de 2011

Inventario.

Las cosas que me dices cuando callas,
los pájaros que anidan en tus manos,
el hueco de tu cuerpo entre las sábanas,
el tiempo que pasamos insultándonos.

El miedo a la vejez, los almanaques,
los taxis que corrían despavoridos,
la dignidad perdida en cualquier parte,
el violinista loco, los abrigos.

Las lunas que he besado yo en tus ojos,
el denso olor a semen desbordado,
la historia que se mofa de nosotros,
las bragas que olvidaste en el armario.

El espacio que ocupas en mi alma,
la muñeca salvada del incendio,
la locura acechando agazapada,
la batalla diaria entre dos cuerpos.
 
Mi habitación con su cartel de toros,
el llanto en las esquinas del olvido,
la ceniza que queda, los despojos,
el hijo que jamás hemos tenido.

El tiempo del dolor, los agujeros,
el gato que maullaba en el tejado,
el pasado ladrando como un perro,
el exilio, la dicha, los retratos.
 
La lluvia, el desamparo, los discursos,
los papeles que nunca nos unieron,
la redención que busco entre tus muslos,
tu nombre en la cubierta del cuaderno.

Tu modo de abrigarme el corazón,
la celda que ocupaste en una cárcel,
mi barca a la deriva , mi canción,
el bramido del viento entre los árboles.
 
El silencio que esgrimes como un muro,
tantas cosas hermosas que se han muerto,
el tiránico imperio del absurdo,
los oscuros desvanes del deseo.
 
El padre que murió cuando eras niña,
el beso que se pudre en nuestros labios,
la cal de las paredes, la desidia,
la playa que habitaban los gusanos.
 
El naufragio de tantas certidumbres,
el derrumbe de dioses y de mitos,
la oscuridad en torno como un túnel,
la cama navegando en el vacío.

El desmoronamiento de la casa,
el sexo rescatándonos del tedio,
el grito quebrador, la madrugada,
el amor como un rito en torno al fuego.

El insomnio, la dicha, las colillas,
el arduo aprendizaje del respeto,
las heridas que ya ni Dios nos quita,
la mierda que arrastramos sin remedio.

Todo lo que nos dieron y quitaron,
los años transcurridos tan deprisa,
el pan que compartimos, las caricias,
el peso que llevamos en las manos.
 
Joaquín Sabina