5 de enero de 2011

Basada en hechos reales


 
Corría el año 2002, precisamente 21 de agosto de ese año (día de mi cumpleaños numero 11). Olimpiadas de Matemática Ñandú, instancia provincial, Mar del Plata. Yo no era lo que se conoce como una “amante de las matemáticas”, simplemente no me costaba y mamá me preparaba porque es profesora de esa materia y encargada zonal de Berazategui, la cual es la ciudad en la que vivo (y si, muchos decían que yo llegaba donde llegaba por arreglo. Que se caguen, envidiaban mi inteligencia matemática.)

Cuestión, mi mamá fue a Mardel con sus alumnos y yo con mi profesora del cole y mis compañeros matemáticos. Mismo objetivo, mismo concurso, mismo hotel, mismas actividades.
Llegamos al hotel la tarde del 21, cayó la noche sobre la ciudad playera, nos sentamos a cenar y apareció alguien con una torta detrás de mí. Mi mamá se paró y automáticamente a su lado se paró Julián, un alumno suyo dos años más grande que yo, con una sonrisa repleta de aparatos cantándome el feliz cumpleaños. Si, lo vi y me fleche incandescentemente. Terminamos de cenar y se acercó a saludarme, desde ese momento todas fueron risas y chistes compartidos, cada una de sus palabras y tonterías de niño pre púber me encantó, me hizo conocer algo que jamás había sentido, me enamoró. Fueron tres días llenos de alegría, pero terminaron ahí.

Pasaron dos meses, corría octubre y en la escuela de mi mamá se hacia una pequeña “Feria del libro” a la cual fui encantada porque sabía…Julián iba a estar. La Feria se hizo durante tres días consecutivos y fui los tres días. Verlo y reírme con él me llenaba el alma (tan cursi como real). Nuevamente la “amistad” terminó ahí.

Nunca voy a olvidar un mediodía de diciembre cuando mi mamá volvió de la escuela y me dijo:

-        No sabes quien se va a vivir a Italia.
-        ¿Quién? (Indague sin imaginar nada).
-        Julián.

Me cuesta respirar, ¿eso que tengo en el pecho es una daga? Si, definitivamente lo era, y estaba oxidada y desafilada, porque dolía mucho.
Ese mismo diciembre se fue con su familia a vivir a Italia y pensé que jamás volvería a verlo, no pude, no quise olvidarlo, me encargue de revivir todos y cada uno de los momentos que pasamos juntos y los tatué en mi cerebro. Fue la peor decisión que pude haber tomado. Pensaba que él jamás iba a volver, que yo iba a amarlo por siempre y pasaría el resto de mi vida escribiendo carteles con su nombre rodeado de corazones y estrellitas.

Mis amigas eran mi apoyo, no me entendían, obvio, pero hacían lo posible para hacerme reír, me escuchaban y nunca se cansaban de oír la historia. Es más, una de ellas lo conocía, habían tomado clases de violín juntos cuando eran más chicos. Ella era Sofía.

Pasaron los años. Era ya febrero del año 2005 y yo había pasado por dos cumpleaños rodeados de su recuerdo y empapados con lágrimas. Una mañana de aquel verano fui a la escuela de mi mamá a ayudarla a preparar unos carteles y cosas para el comienzo del año lectivo (amaba ayudarla). Yo me encontraba en la sala de computación escribiendo los nombres de sus próximos alumnos, cuando de repente alguien entró por la puerta preguntándome:

-        ¿Te acordas de él? (Tan rápido como giré la cabeza entré en pánico. Era Julián).
-        ¡Niña bincha! (Así me decía porque yo siempre tenía puesta una bincha).

Bastó solo eso para que mi cuerpo quedara estático en la silla y mi cara se transforme en un arco iris psicodélico. Mientras tanto, él se acercaba con los brazos en posición de abrazo. Lo abrase y le dije (supongo que balbuceé como un bebé de siete meses):

-        Juli, ¿Cómo estás? ¿Viniste de vacaciones?
-        No, vuelvo a vivir acá y hoy me vine a inscribir de nuevo en el cole. ¿Qué es de tu vida, bincha?

No recuerdo nada más de ese día, solamente que le siguieron días sumamente felices en los que volví locas a mis amigas. Ellas estaban más contentas que yo, imagínate.
No se como ni cuando conseguí su mail y empezamos a chatear. Nada del otro mundo igual, conversaciones pelotudas.

Empezó el año lectivo y con él las olimpiadas de matemática. Me anoté, Julián también lo haría, entonces no lo dude. Mi amiga Sofía se anotó conmigo para hacerme compañía. Fuimos a la primera instancia y lo vi, charlamos, se sentó adelante mío en el examen y, como era de esperarse, no pasé de esa instancia.
Lo raro llegó al día siguiente, era la hora del recreo y yo estaba en el kiosco del colegio (que no era el mismo al que iba Julián) y jamás me voy a olvidar las palabras que pronunció Sofía:

-        Boluda, Julián es re lindo, me enamoré.

Segunda daga. ¿Qué parte no entendió esa pendeja que yo estaba enamorada de él y que entre “amigas” hay códigos? Me dolió, me dolió en el alma.
Meli, otra de mis amigas, que no soportaba a Sofía, se dio cuenta que corría odio por mis venas mientras mis ojos se llenaban de lágrimas, me agarró del brazo y mientras me decía “te dije que no confiaras en ella”, me llevó al patio hasta que se me pasara el estado de shock. No recuerdo nada de lo que me dijo.

Nunca entendí ni voy a entender lo que pasó. Seguí saludando a Sofía y ella pensaba que estaba todo bien, nunca le hice notar mi odio, al menos no por esos tiempos.

Misteriosamente Julián había desparecido del MSN y renació de la ultratumba durante una clase de gimnasia cuando Sofía empezó a contar que estaba de novia con él (acá debería venir la tercer daga, pero fue mucho peor que eso), estallé en llanto y me encerré en el baño el resto de la clase. Esa relación duró tres meses pero eso a mi me bastó para odiar a Sofía con todo mi ser y negarle el saludo por el resto de mi vida (es el día de hoy que la veo y quiero regurgitarle la cara).

La historia siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, hice locuras por él, mendigue su amor, me obsesioné cada día más y más, hasta el punto de hacerme pasar por otra persona para que me hablara (si, dejó de hablarme y nunca entendí el motivo), y yo ya no era una nena, había crecido lo suficiente y con 18 años seguía estando igual de obsesionada que el primer día.

María Florencia era mi supuesto nombre y arreglamos para encontrarnos en una fiesta. Yo no quería verlo por amor, ni por obsesión, todo eso se había transformado en odio cuando en el mes de agosto (maldito mes) los vi apretando en el cumpleaños de un conocido en común, se seguían gustando y me lo refregaban en la cara. Basuras.
Llegó el día del encuentro, María Florencia apareció y se quitó el disfraz. Aparecí, le dije todo en la cara, face to face. Y lo que más recuerdo de esa charla es:

-Aldi, no tendrías que haber hecho esto. Sos una mina de oro, vales muchísimo, sos re linda y yo te quiero un montón.
- Claro, por eso nunca me diste bola. (Bronca tenía, mucha bronca).
- No, no lo entenderías.
- Si queres que te entienda decime la verdad, deja tu puta soberbia de lado y decime la verdad. No me diste la chance de conquistarte, dejaste de hablarme de un día para el otro y por nada.
- No fue por nada. Yo le prometí a Sofi que no iba a estar con vos. Cuando fuimos novios me hizo prometerle eso, y no me gusta romper mis promesas. (Igualmente yo ya sabía eso, me lo había contado en una de nuestras últimas charlas). Y si, soy soberbio, no lo puedo cambiar.
- Sos un cagon, eso sos. Pensar que lloré tanto por vos.

Chau. Media vuelta y una vida nueva, pero antes tenía que descargar. La abrase a mi prima con las pocas fuerzas que me quedaban y llore como nunca antes y nunca después. Me acuerdo y retengo las lágrimas para ser yo quien cumpla la promesa ahora, la promesa de no volver a hacer rodar una maldita lágrima por él en mi vida.
Volví a verlo un par de veces, en fiestas, en muros de Facebook, pero jamás volvió a dominarme.

Lo bueno de todo esto es que aprendí lo que es sufrir y ser traicionada, por eso en cada historia de amor que protagonizo no traiciono ni hago sufrir. Lo malo, es que ninguna relación da frutos, porque no me animo a entregar el corazón, me cuesta horrores volver a confiar. Entonces, por ahora, sigo siendo yo la que sufre de soledad crónica, la que sale lastimada, con el corazón roto. Pero no me doy por vencida, lo emparcho y vuelvo a empezar. Al menos lo intento.



Aldana Yanel

2 comentarios:

  1. Entonces, por ahora, sigo siendo yo la que sufre de soledad crónica, la que sale lastimada, con el corazón roto. Pero no me doy por vencida, lo emparcho y vuelvo a empezar. Al menos lo intento.

    Asi es.. Asi pasan las cosas, y por lo menos, la experiencia te hace mas fuerte.. no digo invensible porque estaria mintiendo.

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